domingo, 10 de febrero de 2008

Memorias de una conversación que fue y no será.

Debí haber hecho esto hace un par de meses, pero bueno lo haré ahora. Espero lo disfruten o por lo menos lo lean: es un póstumo homenaje a un buen amigo que ya no está con nosotros.
Nuevamente él estaba en el bus yendo hacia la academia. Pensaba en los días que faltaban para el examen de admsión, mientras observaba una vez más las calles de la Av. La Marina. La misma rutina dejaba caer a todo viajero en un sueño que se extendía como si fuera un regalo del cielo, listo para acabar con el cansancio del viaje, lo más lindo de un viaje en micro por las lúgubres calles de Lima. Se sabía el recorrido del bus de memoria y el tiempo que tardaba en llegar a su paradero, pero eso a él no le importaba, ya que sólo pensaba en los días que faltaban para dejar el colegio e ingresar a la universidad.

-Sólo faltan 3 semanas. Mierda, al fin tendré un logro en mi vida. Me
emociona tanto el hecho de estar tan cerca, la expectativa, las celebraciones que puedo preparar, lo cual implica trago y una puta despedida del colegio que sólo me dio algo que siempre apreciaré y querré como parte de mí: mis amigos.

Mientras pensaba eso bajaba del carro, dándole una mirada fría a un huevón con pinta de pandillero, la sociedad realmente está podrida, se dirigió a su academia. Antes de entrar mira a la universidad que parecía ser una respuesta a sús gritos de ser reconocido. Era extraño, ya que toda su vida buscó el reconocimiento y que mejor manera que salir del colegio con una vacante en esa prestigiosa universidad.
Las clases empezaron, de nuevo a tratar de recordar lo que hicieron las primeras semanas. Es curioso ver como el profesor ejerce una especie de figura paternalista cuando uno no sabe resolver un problema. Esperas a que este termine para recién decir:" Puta madre cómo no pénse en eso, lo tendré en cuenta para la siguiente vez".
Al final no es cuestión de saber o no, sino si lo pensaste antes que otro huevón.
Típico lema de las academias:" La mierda no es si sabes, sino si lo puedes hacer más rápido que otro". Pero al fin acabaron las clases; ahora sólo pensaba en regresar a casa y comer. Eso era, la dulce comida de mamá y el sonido de la puerta que crujía cuando se abría y parecía decirle:" Pasa pues, ya te sacaste la mierda ahora duerme".

- Me largo a comer, solo tengo que aguantar una hora y media con otros 20 huevones en un micro.

En la misma esquina de nuevo esperando el micro todas las noches y al fin pasa. Un bus no es indiferente con nadie, no tiene sentimientos, sólo deja que se tejan historias a su alrededor. Es un medio de convivencia social, sin embargo a pesar de estar tan cerca todas las personas no tienen mucho interés en los otros. Ese día el bus parecía un lugar agradable para conversar. Cuando él subió al micro, lo que primero que llegó a ver fue al hermano de su amigo Edwin: Rubén.
Meses después se dio cuenta que la excesiva confianza que se tenía lo había llevado a dejar varios consejos que oyó en esa ocasión. Carlos no ingresó esa vez, sino un par de años después, pero hasta el día de hoy recuerda ese día, ya que fue la única vez que llegó a conocer un poco más al hermano de Edwin. El mismo Rubén que el pequeño Carlitos siempre admiró cuando visitaba en tantas ocasiones a Edwin en su casa.
A veces piensa en lo más importante que Carlos escuchó ese día, pero no lo entendió completamente:" No desperdicies esta oportunidad".
Tres años después Carlos estaba parado esuchando las palabras de despedida hacia Rubén. Él ahora yacía durmiendo, pero con sin ningún signo de querer despertar. El cementerio era lúgubre,pero parecía como si hubiese sido arrancado de la más tierna y dulce imaginación de un niño que no conoce el significado de la muerte. Yo nunca lloro en los entierros, creo que nunca lo haré, pero ver a una persona fuerte desgarrarse ante la sola idea de perder a alguien querido es chocante. Ya tenía en mi memoria un evento que jamás olvidaré con el paso de los años.

"No hay palabras para expresar la pérdida de una madre, sin embargo cuenta la historia que la madre yacía muerta en su cajón. La hija se acercó y miró a la madre ante la atenta mirada de los individuos que se alimentaban de esta escena.
-Está despierta, sáquenla- ella gritó de una forma cuerda, la que a su vez evidenciaba su estado de desesperación. Nadie atinó a hacerle caso, todos intentaban acompañarla en su congoja y angustia, nada comparado a lo que ella sentía. Volvió a gritar, pero esta vez intentó abrir el cajón y sacar a esa mujer que la cuidó toda su vida: su madre. Fue ahí cuando presencié a la misma muerte riendo de esta escena y me maldije a mí mismo por pensar así".

El tiempo ha pasado y la familia Vento pasa angustias que deben ser solventadas con la unión familiar que siempre la caracterizó.

Un abrazo desde aquí.