lunes, 29 de septiembre de 2008

Reencuentro vacío

Natalia era una de las chicas màs simpáticas que he visto, no solo por su despampanante fìsico, sino también por su inusual carácter y temple. Es bastante común ver a ciertos chicos entre 17 y 20 años que tienden a pensar en la chica perfecta, y es por esto que rechazan con las que pueden tener algún chance, yo me incluyo en este grupo.
Pero, nunca había conocido a alguien así, ni en mis más profundos y rebuscados sueños, tiendo mucho a esperarlos, son como una especie de medio para salir de mi monótona realidad y buscar algún cuento o historia latente en mi.

Ella yacía ahí a tres metros de mi, conversando con sus amigas, hablando de temas totalmente indiferentes a los que yo podría aspirar, cosas de mujeres.
Muchas veces había practicado lo que quería decirle, tantas estupideces que uno practica frente al espejo, desde los chistes, anécdotas , muchas veces inventadas, pero que sabes que van a gustarle a esa chica que te roba muchos segundos de tu vida.
Es curioso, porque no me acerqué y no sé como mierda siempre hago que mi timidez supere a mi actuación como si Bruce Lee estuviese a punto de enfrentarse a un pandillero chusco del Agustino, con esto pruebo que gran maricón puedo llegar a ser.
Era ridículo, pero lo más estúpido es que he aprendido a disimular muy bien en este tipo de casos, a pesar que siempre me imaginaba hablando con ella cosas que no tenían que ver en nada con cuestiones académicas. Puta madre. ¿Tan difícil puede ser decirle para almorzar? algo de lo más común en la Universidad.
Reí en ese momento, muy fuerte, y comenzé a frotar mis manos en busca de alguna respuesta o señal de Dios, al mismo momento que pedía que se vaya para no cargar con tanta responsabilidad de haber perdido una oportunidad así.
Pesó más mi miedo, saqué mi celular de mi bolsillo y pasé por su costado sin mirarla, como si estuviera conversando con alguien mucho más importante, mentira, nadie era más importante que ella, en ese momento. Solo opté a observarla de reojo, fue en ese momento cuando no se como logró clavar su mirada en mis ojos, no hay cosa que te puede dar más roche que eso. Me miró y sólo atinó a decir la frase más hermosa que escuché en semanas.
Hola, amigo Carlitos, estudia para el examen de mañana- dijo con una dulzura campante que siempre la había caracterizado, nadie como ella podía abrir una grieta en mi mundo desolado.

Ayer la vi, no lo hacía desde que terminé Letras, lo más curioso es que esta vez fue yo quien habló primero. Estaba apurado por un control de lectura y ella igual que siempre iba a su casa automáticamente después de terminar una clase, nunca la vi hueveando por la Universidad.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Sorpresas inesperadas

El ambiente era muy tétrico, era de esas mañanas nubladas de invierno en Lima, las que hacen volar sin rumbo a nuestra mente en un cajón de recuerdos melancólicos.
Basta ya- dijo ella, mirandolo friamente
El dejó de besarla y se preguntó que diablos estaba pasando; ella nunca hablaba así
Qué pasa. ¿Estás bien? - dijo Sebastián con un tono de voz dulce.
Estaban comiendo en el KFC, justo dónde a ella le encantaba ir siempre, porque le hacía recordar los pocos momentos que pasó con su padre, él ya no estaba aquí para consolar a su hija. Sebastián ignoraba esto: nunca supo por qué la siempre alegre Carolina iba a dicho restaurant en el mismo lugar todos los viernes, a la misma hora; lugar dónde la conoció.
Lo siento, es que hoy solo quiero comer- dijo ella disculpándose y cogiéndole la mano a Sebastián
Caro, sabes que a mi me puedes contar todo- dijo él con suavidad, acariciando el largo cabello de ella.
No entenderías, de verdad, dejémoslo ahí- afirmó Carolina, mirándolo con esos ojos azules verdosos que emanaban un brillo de tenue suavidad.
Sebastián no se resistió a aquello y le dio un beso en la frente, justo en ese momento mencionaron su nombre en el altavoz
Sebastián, su pedido ya está listo- dijo la camarera sonriéndole, aunque se conocían de tiempo, ella fingía no hacerlo, ya que el supervisor la miraba de reojo.
Él sonrió y cogió la bandeja azul con su pedido, para dirigirse a esa esquina donde Caro siempre le gustaba sentarse.
Carolina miraba por la gran ventana que dejaba fluir la inmensidad de la naturaleza, plasmada en uno de esos parques que uno no suele ver, pero ella pensaba en una sola cosa desde que se levantó: aquel día su padre cumplía 10 años de muerto.
Triste recuerdo que la embargaba desde que él partió.
Caro, te noto extraña hoy- dijo Sebastián al mismo instante que se escuchaba el típico sonido que la gaseosa hace cuando sube por la cañita.
Ella despertó de su somnolencia y sonrió- Sí, estoy bien, es que pensaba en mi padre y que pronto lo voy a ver, eso creo.
Sebastián soltó en envase de la gaseosa y miró fijamente a Carolina con un gesto incrédulo; ella dejó caer una lágrima por su rostro y miró nuevamente por la ventana.
Carolina tenía cáncer, ese día le habían dado los resultados finales.

sábado, 6 de septiembre de 2008

Metis Palas PUCP

Nueva apuesta de la gente que estudia Comunicación Audiovisual en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Creativa, innovadora, muy buena banda sonora y amenaza con nuevos capítulos que tratan desde aquellos viejos momentos dignos de recordar para los cachimbos hasta unas ingeniosas críticas a la Pucp.

Buena Gabo.


Metis Palas Pucp - Episodio I: Bienvenidos TODOS from Llama Films on Vimeo.

viernes, 5 de septiembre de 2008

Creo

"Creo en San Crespo todopoderoso creador de la bika en Teología.
Creo en Huamán, su colega, la que me aprobó, que fue contratada para aprobar a los bikeros de Crespo"

Gracias Lizardo por la nueva oración de los bikas en Teología de la Pucp.

¿En que contexto se realiza esta oda a ese cura español que me jaló en Teología?

Era un cola muy larga, con mucha gente peleando por un polo que llevaba en el centro el logo de "Estudios Generales Letras", sin embargo decidí saltar aquel arbusto que dividía la entrada principal a mi Facultad con el famoso Tontódromo, vereda principal de la Universidad Católica en la que se acostumbran ver a los que caminan sin rumbo buscando una cara familiar o simplemente reciben el adjetivo de vagos, en mi caso, soy ambos.

Y yo creí que iba a ser el úmico imbécil que la saltó, pero no otros idiotas como yo también lo hicieron, creo siguiendo mi repentino vicio de querer figurar en algo.
Corrí y llegué a la cola con unos 10 estudiantes adelante míoy fue ahí cuando se me vino la repentina idea de si para recoger el polo necesitaba mi carne universitario.
-Disculpa, ¿Para recoger el polo necesito mi carne? - dije mientras el que estaba atrás susurraba a sus amigas cachimbas que ese día las iba a llevar a conocer toda la universidad, las que estaban muy simpáticas y uno podía apreciar en sus caras aquellas inocentes miradas de niñas que tienen 4 horas fuera del colegio. Cada una cargaba su manual del estudiante bajo el brazo, como si fuera la úiltima cosa que van a cargar estudiando.
-Sí, claro, y necesitas firmar aquí- respondió la chica del Centro Federado encargada de repartir los polos, eran gratis por se acaso.

Maldita esa hora en la que decidí correr a mi salón de Teología para entrar y sacar mi mochila ignorando que el Profesor ya había comenzado la clase, mentira sí lo sabía, pero pesó más mi instinto chonguero.
Entré sigilosamente cuidando que mis passos no suenen mas que los latidos de mi corazón que latía a mil por hora esperando que nadie se diera cuenta de mi "crimen".
Bueno, no fue suficiente, ya que apenas me senté la silla chilló como si alguien estuviera siendo azotado por miles de látigos hambrientos de sudor.
Todos volteraron a mirarme, yo en mi terquedad cogí mis cosas y caminé hacia la puerta. Cuando estuve a punto de salir, el cura que estaba a unos 6 metros de mi hablando rocas acerca del deber y la moral me miró friamente y dijo:
-Hombre, no voy a tolerar esto, dígame su código en este momento-
Yo quedé en shock, así como toda la clase, pero armado de una malcriadez que salió de algún lugar de dónde no ha vuelto a salir dije:
-Tengo cita con la asistenta social, si usted reuquiere mi código por razones que no me competen es este-
Mierda, que valiente soy, ya que le di mi código y caminé hasta llegar a las escaleras, fue ahí cuando me di cuenta que probablemente había firmado mi sentencia de bika, lo cual fue así, pero es cosa ya pasada, como dice la canción de Leuzemia: "A la mierda lo demás".