Cuando tenía 13 años, era un chibolo torturado por sus mil demonios amorosos, nadie había logrado moverme el piso, como se dice por ahí. Me bastaba con ir al colegio y vagar tranquilamente con nada a cambio. Qué rico era no hacer ni mierda y pensar en verdaderas huevadas.
Todo ocurrió una tarde de Abril en el Icpna, en honor a la canción de Tk; como siempre me dirigía a mi carpeta, luego de haber esquivado varias de miradas que me apuntaban como tardón, ese sello hasta ahora me caracteriza. Al sentarme y dar un largo respiro por las 5 escaleras que acababa de subir corriendo, comenzé a rebuscar mis cosas para sacar mi libro, en ese momento, tuve la impresión de que alguien se asomaba por la puerta, levanté lentamente la mirada y me topé con unas de las chicas más simpáticas que había visto hasta ese entonces. Mi pequeño mundo se aclaró, como si se hubiese abierto el techo del salón y la luz la alumbraba, sólo a ella, como si fuese una estrella de teatro saliendo al escenario.
Entró sigilosamente, dando unos pasos lentos y calmados, quizás esperando que nadie note de su presencia. El profesor estaba conversando con una alumna, mientras que la nueva chica caminaba hacia él. Al acercarse ella levantó la mano derecha como si ya hubiese practicado eso por lo menos más de una vez para tocarle el hombro al teacher.
El teacher volteó y sonrió en el mismo instante que decía
Hiiiii, you must be the new student, please come-
Ella se sonrojó un poco y solo atinóa decir
Yes, I Am- tal como si estuviera repitiendo las mismas frase que uno aprende en Básico 1
Chicos les presento a Lisa- dijo el profesor.
Ella vestía un polo azul con un jean apretado dejando ver sus pequeñas curvas, unas zapatillas rojas Converse y de su hombro izquierdo colgaba una mochila.
Lisa sonrió y dejó anonadados a medio salón, la dulzura se dejaba ver con aquellos dientes que parecían hechos de pura leche, como si uno hubiese hecho cubitos de leche en hielo y luego los hubiera colocado uno por uno en su boca.
Please take a sit Lisa- sonrió el Teacher, un gordito medio pelado con mucha paciencia y carisma.
Lisa divisó un asiento que estaba a 4 sillas de mí, al costado de una chica bastante pesada llamada Alicia,ya que si hacías un trabajo con ella era por dos razones o bien no la conocías o tenías una gran paciencia para enseñarle todo el curso en una hora.
El profesor indicó con un movimiento que íbamos a empezar trabajando en grupo, como había llegado tarde me tocó hacer mi trabajo con Alicia y con Lisa.
Jalé mi carpeta aproximándome al sitio dónde estaban ellas, al llegar ALicia me saludó con un hola perdido, igual que siempre estaba totalmente desubicada de qué cosa había que hacer, Lisa levantó la mirada al verme llegar y me sonrió.
Hola que tal- me dijo mirándome a los ojos.
Sus ojos claros hacía notar una actitud inocente y suave. Su cabello lacio dejaba caer un mechón en su ojo izquierdo el cual siempre lo recogía con su mano colocandolo en su oreja, dejando ver un pequeño lunar al costado de su la nariz; cada vez que hacía eso me inquietaba más como es que tanta dulzura y belleza podía estar presentes en un solo movimiento de manos.
La conversación era un diálogo de tres personas, por lo que sugerí que la praciquemos de una vez antes de salir al frente.
Alicia, por su parte, empezó a practicar con el profesor ,ya que no sabía ni un carajo, mejor para mí, porque quedaba a solas con Lisa.
Practicamos un par de veces y me di cuenta de su, también, destreza en hablar inglés.
Al finalizar las clase ella se despidió de mi con un beso en la mejilla, lo cual me dejó en las nubes por unos momentos. Los días siguientes fueron geniales, Lisa era mi mejor amiga en el Icpna, hasta que llegó el examen final en el que nos despedimos prometiendo encontrarnos el próximo ciclo. No la volví a ver el mes siguiente a pesar de haberla buscado por todo el Icpna. No supe más de ella; quien sabe dónde estará ahora. A cuántos seguirá cautivando con su mirada color toffee, su dulce mechón que caía sobre su rostro, su risa melancólica y feliz a la vez, como si cuando riera recordara algún mal episodio; y, por último, su hermosa forma de decir las cosas. La última cosa que escuché decirle antes de perderle el rastro fue mientras mirabamos a las personas desde el último piso del Icpna.
-Carlitos en esa botella que tienes en la mano, desde esta altura, podrías meter a un gordito con gorro y ya tendríamos al Genio de ese Cuento, en el que todos los deseos se cumplen. ¿No sería genial?