Eduardo se había sentido raro en todo el día, algo rondaba su cabeza como si algo sensacional estuviera por pasar. La inseguridad lo estaba comiendo poco a poco. No podía esperar más para que todo terminara.
Incluso, ni se inmutó un solo segundo cuando el profesor dijo que ya podían retirarse del salón, sin embargo, entre tantos pensamientos vagos y confusos, tal cual como flecha, recordó que debía de ir en búsqueda de la única que podía resolver esa gran duda, su mejor amiga Marinés.
Eduardo cogió su mochila y salió tranquilo
Puta madre, Marinés siempre acaba 10 minutos antes que yo- gritó parado afuera del salón, mientras dos chicas que pasaban soltaron sus cuadernos con sorpresa.
Eduardo bajó corriendo las escaleras que estaban contiguas a su salón, esquivando profesores y alumnos.
Al llegar al primer piso divisó a Marinés saliendo de su salón. Eduardo corrió hacia ella, mientras que ella lo miraba extrañada con unos ojos que evidenciaban sorpresa y gracia a la vez
Eduardo, Eduardito, qué pasa, por qué la prisa- dijo ella riéndose.
Mary no podido dormir en toda la noche pensando en lo que me dijiste, pero dime si llegaste a hablar con ella-
Marynés sonrió y cogió de las manos a Eduardo, mientras le decía
Está muy feliz de volver y no puede esperar para verte- dijo ella
Eduardo comenzó a esbozar una sonrisa inmediata y en ese mismo instante abrazó a Marynés
Bien Eduardo la hiciste- dijo ella eufóricamente
Eduardo soltó a Marynés y ella dibujó en su rostro un gesto tierno y le dijo
Te espera ahora en la cafetería. Vamos ve. Suerte-
La cafetería no estaba muy lejos, digamos a una cuadra. Mientras Eduardo caminaba pensaba en todas las cosas que habían pasado desde que ella se fue a aquel extraño país. Muchas preguntas lo habían dejado confundido. ¿Será ella la misma después de haber estado un tiempo con su verdadera familia? ¿Cuànto puede haber cambiado una persona después de haber estado 3 años fuera de su país natal?
Eduardo divisó a Jennifer a 1 cuadra parada hablando con un profesor en un idioma que el no indentificada o es que había perdido la cordura y no sabía ni como armar una palabra en español. Ella lucía tal cual como se fue a ese extraño país, luego que ganó esa beca para estudiar una Maestría en Psicología Social.
Jennifer no había cambiado en nada, seguía siendo la chica que Eduardito Ordoñez, había amado toda su vida desde que eran niños, la misma chica que sonreía cuando él le contaba alguna de sus periprecias de su humilde y reconfortante vida.
Ella parecía muy interesada en la conversación, pero de pronto llegó a divisar a Eduardo parado mirándola. Por un segundo el tiempo pareció detenerse para todos, menos ellos dos: el cabello de ella no dejaba de moverse con la brisa del viento que corría aquella tarde, sus ojos verdes parpadeaban mirándolo a él, sus labios parecían querer articular una palabra en español, pero no lo recordaba, su rostro tenue y suave parecía tener dibujada una sonrisa cálida.
Al cabo de dicho segundo. ella gritó:
-¡Eduardo Ordoñez!
El profesor soltó sorpresivamente su envase de un cafe caliente que parecía darle un aire de más intelectual.
Ella corrió a abrazarlo, él solo atinó a responderle el abrazo y decir:
-Jenn....y
-Tanto tiempo sin vernos, por lo visto no has cambiado en nada
-Lo sé tu también sigues siendo la misma linda chica de antes
Jennifer se sonrojó, ella aún seguía queriendo mucho a Eduardo
-Gracias, tu también te ves muy bien. ¡Dios! Tengo tanto que contarte, vamos te invito un café
-¡Genial!
Jennifer ni se despidió del profesor, luego de aquel furtivo encuentro, este llegó a balbucear en un español masticado:
-Shit, my café. Por eso odio el amor.
Jennifer llegó a escuchar esto y cálidamente respondió en un idioma que ni yo mismo entiendo:
-Es por eso que el amor se expresa por cualquier cosa, incluso en una taza de café caliente como la que acaba de derramar usted.
El profesor la miró saco un pañuelo y se limpió los zapatos de charol manchados de un café dulce y melancólico para él.