Era un cálido invierno uno de esos en los que no corre mucho aire ni hace mucho calor. Las nubes parecían moverse al compás de sus ojos cuando la miraba, esas mismas veloces y fugases nubes que corrían por el cielo, al parecer escapando de un azul devorador, al parecer estas preferían mantenerse así grises y juguetonas, pero hermosas a la vez.
Ella estaba sentada mirando las nubes, yo por un segundo grabé en mi memoria, esa imagen: ella sonriendo, ella mirando esas nubes con un fulgor en sus ojos.
Su cabello que cubría su rostro parecía estar impulsado por el dulce susurro del viento, el mismo que daba vida a esas nubes. Ese viento que parecía bailar con las nubes en el cielo, esas mismas nubes que bailaban en el reflejo de sus ojos.
Vi las nubes, pero luego bajé la mirada ante sus ojos, estos reflejaban la escena en el cielo; en ese momento preferí ver la imagen en el reflejo de sus suaves ojos. Bajo aquellas nubes traviesas que parecían escapar de aquel viento captor, su sola sonrisa me inspiraba un aire de tranquilidad y sosiego, sus bellos labios era una invitación a un beso, esos que duran poco, pero recuerdas por siempre
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Hace 3 años