¡Dios! - exclamó angustiada Natalia.
Estaba mirándose al espejo angustiada. Su respiración entrecortada dejaba ver el temor que rondaba por todo su cuerpo. De sólo pensar en eso se le ponía la piel fría. Deslizó su mano lentamente por su larga y hermosa cabellera negra, en un intento por relajarse y olvidar todo, pero fue inútil, el nerviosismo la abrumaba.
-¿Que voy a hacer?- dijo mientras se echaba agua a la cara.
Natalia llevó su mano a su corazón, este latía fuertemente y rápidamente. Se asustó y dejó de hacerlo. Ahí estaba ella parada frente al espejo observando fijamente su bello rostro. Aquellos grandes ojos azules, por momentos miraban hacia otro lado esquivando esa tibia mirada que le devolvía un aire a reproche. Como si la persona que estuviese siendo observada en el espejo fuera otra.
Simplemente no podía más, esto la iba a termninar por consumir, si es que no le ponía fin a esto de una vez iba a terminar peor de lo que ya estaba.
Tenía que hacerlo. No había otra forma de ponerle fin a tantas pesadillas. Cada vez que recordaba lo que debió haber hecho hace meses, aquellos ojos tenues y suaves dejaban correr un par de gotas de lágrimas. Su boca temblaba y automáticamente llevaba sus manos a su blanco y frágil rostro para intentar detener lo inevitable.
Recordó las palabras de su hermana Melissa en ese momento.
-Nats, no tienes qué ponerte en esa situación. Simplemente ve y hazlo. Si no lo haces ahora y pronto será muy tarde. Lo sabes.
-Sé lo que tengo que hacer, pero ahora no es el momento. Yo sabré cuando será y cuando lo sepa ten en cuenta que tus plegarias no serán en vano
-Veo que escuchaste mis rezos la otra noche- dijo Melisa, parecía muy ofuscada.
-Sí, pero no te incomodes por haberlas escuchado. Mira Melissa yo te agradezco todo esto, pero entiende yo soy la que tengo que perdonar.
Natalia volvió en sí. A lo lejos la observaba su padre cargándola a ella, mientras ambos sonreían felices. Esa foto tenía unos 10 años, su hermana la había enmarcado y puesto en su escritorio.
¿Qué rayos era lo que tenía a una chica entre las cuerdas? ¿Qué era lo que podía hacer trastabillar aquel temple y coraje que había mostrado y probado durante meses?
-La posibilidad de tener que matar a alguien no es muy remota. Está ahí latente- dijo casi susurrando. ¿A qué venía al caso todo esto?
Su padre había asesinado a su madre en una fuerte discusión que tuvieron, aunque él no tuvo la más mínima intención de hacerlo, aquel fuerte golpe que le propinó no sólo logró aplacar aquella furia que llevaba dentro, sino también destruyó todo contacto de ella con sus seres queridos, del mismo modo con su vida.
..........
Sólo faltaban tres días para que su padre fuera llevado a la silla eléctrica.
Aquellos meses se convirtieron en semanas y estos en días. Sólo tres días Natalia.
¿Podrás perdonarlo?
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Hace 3 años
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